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Luis Cardeña Gálvez
28/01/2010
FRANCIA 1938.
 
Foto ilustrativa del artículo
 

FRANCIA 1938


Julio Maldonado, ‘Maldini’: “De la Naranja Mecánica a la Mano de Dios”. Editorial Planeta, 2006



La Segunda Guerra Mundial se respiraba en el ambiente de la expansión y el apogeo del fascismo. Mussolini ya había descubierto el fútbol como formula propagandística e Italia pretendía renovar su título mundial logrado cuatro años antes. El clima de los partidos vividos en Francia anticipó, de alguna manera, la barbarie que se produciría un año después.

El Mozart del Wunderteam se suicidó

El ascenso de Hitler y el fascismo en Alemania había colocado a Europa a las puertas de la segunda Gran Guerra. Los organizadores franceses y la FIFA intentaron que este Mundial fuera un canto a la paz desde el fútbol. Otra manera de ordenar el mundo sin armas de por medio; un juego como único encumbramiento de los vencedores, una jerarquía pacífica y asumida por los demás países con los argumentos del alón. Sin embargo, Alemania, que ya había interpretado los Juegos Olímpicos de Berlín como el instrumento para ensalzar la raza aria, generó el primer conflicto y el clima bélico fue muy palpable en todo el campeonato. La anexión de Austria, el Anschluss, provocó que despareciera el Wunderteam, la selección que encandiló cuatro años antes. Su jugador más destacado era Sinderlan, un punta de una técnica exquisita que también organizaba el juego. Los alemanes querían que jugara para ellos, pero se negó, por lo que pasóa ser un enemigo perseguido y pusieron precio a su cabeza. Tampoco le perdonaron su exhibición en un partido previo al Mundial entre Alemania y la Marca Oriental (así rebautizaron Austria los alemanes). Sinderlan dejó sin vergüenza futbolística a los alemanes burlando el balón y fallando goles aposta; la consigna era que Alemania ganara. Harto de la pantomima, marcó un gol en el segundo tiempo y Sesta hizo el 2-0. El “bailarín de papel”, otro de sus apodos por su fragilidad, no pudo reprimirse y ejecutó una danza guerrera delante de los jerifaltes de las SS. La inquina de los nazis hacia él se multiplicó y ya lo vieron como un elemento capaz de arrastra al pueblo. Un compañero suyo lo delató y, antes de ser apresado, murió junto a su amante. Su muerte aún no ha sido aclarada. Una de las versiones apunta al suicidio mediante la inhalación de gas y otra a un accidente. A su entierro acudieron quince mil personas en Viena, desafiando a las autoridades invasoras, y una calle pasó a llamarse Laaberga Sindelarstrasse. El poeta Friedrich Torberg le dedicó una “Oda a la murete de un futbolista”:

Jugaba al fútbol como ninguno,
Ponía gracia y fantasía,
Jugaba desenfadado, fácil y alegre
Siempre jugaba y nunca luchaba.
Era un hijo de Favoriten
Y se llamaba Matthias Sindelar.

Antes el matrimonio que el honor nazi

También Raftl, Skoumal, Neumer y Stroh fueron obligados a jugar con Alemania. A Nausch, el capitán austríaco, se le instó a divorciarse de su mujer judía, pero se rebeló y se escapó a Suiza. Siguió jugando al fútbol en el Grashoppers y felizmente casado con su esposa. Prefirió la libertad y el amor antes que enfundarse la elástica de un país y una ideología que le avergonzaban.

Casablanca en París

Suiza y Alemania tuvieron que jugar un desempate ante 22.000 espectadores en París. El saludo nazi de los jugadores alemanes mientras se escuchaban los himnos anticipó cinco años la emocionante escena del Rick’s Café en la película ‘Casablanca’. Los aficionados franceses respondieron entonces, encorajinados, ‘La Marsellesa’. El encuentro termino con victoria de Suiza (4-2) y Hitler empezó a ser consciente de que la razón humana se le rebelaría tarde o temprano.

Brasil y su primera gran aparición: sellos, suspense y un diamante

El que luego se convertiría en el país del fútbol había pasado de puntillas por el Mundial de 1930. Al de 1934 fue con jugadores de segunda fila por la negativa de los clubes a ceder a sus jugadores y fue derrotado por España (3-1). Para 1938 ya se había ganado la fama de virgueros del balón y acudieron a Francia con un equipazo. Domingos da Guía y Leonidas da Silva era sus cracks. El primero hizo el molde de Luiz Pereira por la elegancia y los riesgos que tomaba cuando sacaba el balón jugado. Le decían el Hitchcock del fútbol por el suspense que generaba en su hinchada y en su entrenador esa manera de interpretar el juego. El otro era Leonidas da Silva, el ‘Diamante Negro’, al que se le atribuye la invención de la chilena en un Brasil-Uruguay de la Copa Río Branco. Con estos dos cabezas de cartel como muestras de los mucho que habían progresado, los brasileños se presentaron en Francia dispuestos a ganar y a todo confort. La recaudación obtenida en la venta de unos sellos conmemorativos del Mundial fue empleada para que nada le faltara a la primera gran selección brasileña que acudía a un Mundial.

La chilena no se enseña

Erico, formidable paraguayo goleador del Independiente de Avellaneda, aprovechó una estancia de Leonidas en Argentina ara que le explicara cómo se ejecutaba una chilena. Leonidas no quiso darle la clase, pero Erico supo que aquel negro genial también regateaba con las palabras.

-Amigo Leonidas, yo también hago muchos goles, pero todavía no pude hacer uno de chilena, esa suerte que usted inventó.

-No, eso no lo puedo enseñar porque usted es mi amigo.

-Y si soy su amigo, ¿Por qué no me dice cómo se hace?

-Porque una vez se la enseñé a otro amigo y se partió el pescuezo.

La pelota delató al político

Sesenta y cinco mil espectadores en el estadio de Colombes de París ansiosos porque comience el Mundial. El presidente de la República Francesa, Albert Lebrun, dispuesto a realizar el saque de honor. El fútbol y la política frente a frente, de nuevo de esa mano falsa e interesada que se tienden de vez en cuando. Pero la pelota no miente, y delató a Labrun, que golpeó el suelo en el saque de honor.

“El gol en medias”

Brasil debutó contra Polonia bajo una lluvia torrencial y, en medio de un campo embarrado, a Leonidas se le ocurrió recordar que él aprendió a jugar descalzo en la playa. Así recordaba en ‘El Gráfico’ uno de los goles más inverosímiles y geniales de la historia de los Mundiales: “Sucedió que en medio del barrizal se quedó enterrada mi bota derecha. El juego seguía y la pelota cayó en mis pies. Descalzo, la dominé, eludí a un polaco que me salió al cruce, vi al arquero escorado al palo derecho y se la metí por la izquierda. Al día siguiente recibí la sorpresa: el tanto fue bautizado como el gol en medias. Fue válido porque aún no tenía vigencia la reglamentación actual. Por eso, un gol de ese tipo no volverá a repetirse”.

Y Cuba jugaba al fútbol

A pesar de los intentos de Fidel castro por potenciar el fútbol cubano con la contratación de entrenadores del Este a partir de los años cincuenta, el béisbol, el voleibol, el boxeo y el atletismo se impusieron como deportes mayoritarios del régimen. Pero antes de la Revolución, el fútbol sí existía en Cuba. El 11 de diciembre de 1911 está registrado como el del primer partido oficial que se disputó en la isla. Enfrentó al Sports Hatuey Club contra los tripulantes del barco inglés ‘Rovers’, que se quedaron estupefactos ante el baño que se llevaron. La presencia de españoles y descendientes con sangre española favorecieron que el Real Madrid realizara una gira cubana en 1927. Cuba participó en este Mundial y llegó a cuartos de final tras eliminar a Rumania en dos partidos (3-3 y 2-1). Se cuenta que el portero titular Carvajales no jugó el desempate porque, debido a su gran actuación en el primero, fue invitado por una radio cubana a comentar el encuentro. Luego, los suecos silenciaron el fútbol cubano hasta nuestros días en el cruce de cuartos (8-0).

La táctica del cuervo como referente del fútbol ofensivo

Si la táctica de los murciélagos, un equipo colgado del larguero, hace referencia al juego ultradefensivo, la del cuervo posado en el travesaño se relaciona con el ofensivo. Suecia se adelantó en el marcador ante los húngaros en una de las semifinales. Marcó Nyberg en el minuto cuatro y los suecos no volvieron a chutar a puerta. A Szabo, portero húngaro, se le posó un cuervo en el larguero y ni un pelotazo sueco asustó al pajarraco, que fue un espectador de lujo de la goleada húngara (5-1).

Camisas negras y segunda advertencia del Duce

Italia repetía final y la segunda Gran Guerra se anticipaba cada vez con más seguridad. Mussolini seguía empeñado en la utilización del fútbol y obligó a Italia a jugar con camisa negra, el traje de guerra de los fascistas italianos. Por vez primera en la historia hubo un bicampeón del mundo al imponerse en la final a Hungría (4-2). Los húngaros cayeron a la contra y sólo su portero Szabo obtuvo una lectura positiva de la derrota: “Al menos les he salvado la vida a once personas”. Mussolini, como en el 34, había utilizado otros de sus mensajes. “Vencer o morir”, fue el telegrama que mandó esta vez para comunicarle al seleccionador Vittorio Pozzo lo que significaba la derrota.


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