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Luis Cardeña Gálvez
18/03/2010
ALEMANIA 1974.
 
Foto ilustrativa del artículo
 

ALEMANIA 1974


Julio Maldonado, ‘Maldini’: “De la Naranja Mecánica a la Mano de Dios”. Editorial Planeta, 2006



El maravilloso juego desplegado por Brasil en 1970 lo condicionaba como favorito, aunque Pelé ya no estaba. Holanda, pese a la supremacía del Ajax en Europa, era una incógnita, aún no había logrado traspasar el modelo de los de Amsterdam a su selección. La eficacia alemana ya empezaba a ratificarla el Bayern de Munich y el fútbol del Este estaba decidido a sacar la cabeza.

“El fútbol de Estado bate al fútbol privado”

El sorteo quiso que Alemania Federal (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA) quedaran encuadradas en el mismo grupo de la primera fase. Quizá porque el Muro de Berlín ya suponía bastante desventura, se quiso evitar un choque a vida o muerte en alguno de los futuros cruces. Se enfrentaron en Hamburgo y ganaron (1-0) los del lado Este del muro. Marcó el gol el centrocampista ofensivo Sparwarsser, que ya no era un desconocido, como tampoco el fútbol de la RDA, pues unos meses antes, en el estadio De Kuip de Rotterdam, el Magdeburgo se impuso al Milán (2-0) en la final de la Recopa y él logró uno de los tantos.

La derrota de la RFA fue aprovechada por el bloque comunista –al revés también se hubiera dado el caso- para hablar de la pureza del fútbol ‘amateur’ frente al fútbol capitalista, que ya pagaba contratos millonarios a sus estrellas. El ‘Corriere dello Sport’ italiano tituló, aprovechando la victoria polaca sobre Italia: “El fútbol de Estado bate al fútbol privado”.

Polonia se viste de Brasil

Polonia fue uno de los mejores equipos de este Mundial. Lato, Gadocha, Kasperzack, Deyna y Zmuda deslumbraron con un fútbol técnico y vistoso. El entrenador era Kazimiers Gorski, que explicó cómo un país del Este podía tocar la pelota de esa manera: “Gracias al fútbol sudamericano yo aprendí una nueva concepción del fútbol. A tener la pelota y jugarla en pases cortos hasta encontrar el momento de acelerar para ir a por el gol. Antes jugábamos con pelotazos largos, como la mayoría de los europeos. Hoy somos más sudamericanos, cuidamos más la pelota y atacamos con más seguridad, apelando al toque, no a la fuerza física”.

Cuatro años más tarde, Italia quedó fuera en la primera ronda con el recuerdo de la final ante Brasil. Polonia la derrotó (2-1) y Deyna invitó a sus compañeros a tocar la pelota, a dormirla, hasta que Facheti y compañía salían a buscarla. Entonces, Gadocha y Lato comenzaban su festival.

René Van der Kerkhof explica cómo diferenciarle de su hermano gemelo

Holanda contaba en su equipo con los gemelos Willy y René Van der Kerkhof. Este último dio la clave para diferenciarlos: “Uno de los dos es más feo. ¿Qué cuál? No me gusta hablar de mi hermano, mi madre no me lo perdonaría”.

Breitner, Mao y el comunista-capitalista

Paul Breitner ya era jugador del Real Madrid y tenía un contrato de los considerados millonarios para la época. Sin embargo, era un jugador al que se miraba de reojo desde arriba porque era un confeso seguidor de las teorías maoístas. De hecho, se declaró ateo cuando a la concentración de la selección alemana se añadió un consejero espiritual. Un progre rojo al que sus críticos decían que pensaba como Marx y vivía como Rockefeller, por los coches deportivos que gastaba. Preguntado por esa presunta contradicción, respondió: “Ningún contrasentido. Por el momento, yo fui a España a jugar al fútbol y no a hacer política. Todo a su tiempo. Además, cada uno se adapta a la sociedad en la que vive como le parece. Soy licenciado en Pedagogía y me gustaría enseñar a los niños. Aspiro a que sena mejores que nosotros, que vivan en un mundo mejor. Cuando me retire me gustaría montar un colegio para niños inadaptados junto a mi mujer”.

El descalzo limpiabotas de Haití

Al limpiabotas de la selección de Haití se le veía cada mañana ejercitando su oficio en las cercanías del hotel donde se hospedaba su selección. Llamaba la atención el hecho de que él siempre iba descalzo. Estaba claro que había nacido para trabajar para otros.

La sex-symbol de Zaire

La selección de Zaire recibió antes del comienzo del Mundial miles y miles de cartas. La sorpresa fue que muchas eran de aficionadas alemanas pidiéndoles en matrimonio, en lo que se interpretó como el mito de la rubia con el negro.

Sin whisky en Escocia

El seleccionador escocés Willie Ormond, como tal, conocía muy bien la querencia por la botella de algunos de sus jugadores, por no decir de casi todos. Así que el genial Denis Law se quedó a cuadros cuando el camarero del hotel le dijo que no le podía servir ni whisky ni cerveza porque su seleccionador se lo había prohibido expresamente.

Honradez por vacaciones

La fiebre del fútbol estaba completamente instalada en Alemania. Tal fue la locura por el Mundial que las fábricas y los comercios alemanes pidieron a sus empleados que eligieran las horas para seguir el Mundial. El objetivo era que cuando jugara la RFA no mintieran simulando enfermedades o muertes de parientes para no acudir al trabajo.

El enfado del oso Müller

Torpedo Müller no tenía un físico portentoso, era rechoncho y casi percherón. Ya en el Bayern de Munich tuvo que soportar que le compararan con un oso cuando entrenó por primera vez con el equipo bávaro: “He pedido un jugador de fútbol y me han traído un oso”, dijo un miembro del cuerpo técnico. La cuestión es que el oso hacía goles con una facilidad bárbara. Sin ir más lejos, fue el que le dio el triunfo a Alemania contra Holanda (2-1) con un remate de cazagoles, casi cayéndose, que nadie esperaba. El caso es que no terminaba de convencer a los seguidores alemanes, que no paraban de recordar con sus gritos al gran Uwe Seeler. “¡Uwe, Uwe!”, se escuchaba en los campos en los que jugaba Alemania. Esto irritó a Müller, que advirtió: “Si el público sigue gritando ¡Uwe, Uwe!, cuando agarro la pelota, me quito la camiseta y se la doy a él. Uwe, juegue, juegue”.

La Naranja Mecánica, la libreta loca y las granadas de Perfumo

Holanda y su entrenador Rinus Michels revolucionaron las tácticas con su fútbol total. Esa maravillosa selección fue bautizada como la “Naranja Mecánica”, aprovechando el título de la película de Stanley Kubrick. El que más relacionó este nombre con el juego que desarrollaban fue el periodista Santiago Sacol, presidente del Racing de Avellaneda en la época en que el equipo fue bautizado como la “Academia” por lo bien que jugaba: “Son como robots, cada uno de los cuales tiene programadas todas las jugadas posibles para aplicar en el momento apropiado. Pensar que esta revolución la inició mi Racing en 1966”. Argentina se llevó un repaso tremendo en el cruce de cuartos de final bajo un aguacero y aquello es tomado hoy todavía como la mayor lección que tuvo que comerse una selección albiceleste. Cuentan que miembros del cuerpo técnico argentino fueron a espiar a Holanda en los entrenamientos. A los diez minutos rompieron la libreta con las anotaciones porque tantas flechas y en tantas direcciones impedían aclararse sobre cómo jugaban esos melenudo que aparecían por todas las partes del campo sin respeto por los dorsales ni por la ortodoxia de las funciones específicas. También antes del encuentro, Pedro Marchetta y Perfumo, jugadores argentinos, tuvieron este curioso diálogo:

Marchetta: “Mira, Roberto, a estos holandeses se les frena esperándoles atrás”.

Perfumo: “Sí, esperándolos con un revólver y una granada en la mano cada uno”.

Aquella revolución no la puede explicar nadie mejor que su principal agitador, Johan Cruyff:

“El secreto del equipo holandés es que no le tiene miedo a ningún otro equipo y respeta a todos. Nuestra táctica es muy sencilla. Imponer nuestro juego desde el comienzo de cada partido para marcar goles y cuando nos atacan impedir que nos hagan goles”, dice sobre atacar y defender todos.

“Alfredo Di Stéfano fue mi modelo. Lo vi jugar muy pocas veces, siendo niño, y me deslumbró. No trato de imitarlo, porque los genios no pueden ser imitados. Pero quiero jugar como Di Stéfano, en toda la cancha. Y me siento feliz cuando me comparan con él, pero pienso que exageran”, afirma explicando el fútbol total a través de Di Stéfano.

“Holanda no tiene un sistema de juego. Tiene muchos sistemas, y puede variarlos dentro de un partido, de un instante para otro, según las necesidades del juego. Estamos preparados para eso, cada uno de nosotros sabe lo que tiene que hacer en un momento determinado: a la izquierda, a la derecha, por el centro, atrás o adelante, en cualquier situación del encuentro. Para eso nos preparamos y para eso salimos a la cancha”. Así explica los de la polifuncionalidad de sus futbolistas.

“Lógicamente nos sentimos mejor, más dueños del partido, cuando tenemos la pelota. En ese caso imponemos nuestra iniciativa, pero cuando no tocamos la pelota luchamos todos para recuperarla. Durante un partido, cada jugador tiene el balón unos tres minutos, los otros ochenta y siete minutos tiene que estar dispuesto a trabajar para el equipo”, explica, y a esto, un argentino dijo: “Pero cuando tienen la pelota esos tres minutos saben mucho”.

“No es cierto que ahora esté jugando distinto, más atrasado en el campo. Simplemente trato de desmarcarme, y para eso lo mejor es alejarse del hombre que me marca, conseguir más terreno para poder eludirle con más facilidad”, comenta sobre el desconcierto que generaba su movilidad en la cancha.

“Pienso que la gran condición del jugador holandés es su adaptación a las órdenes de Rinus Michels y a las modalidades que impone el juego. En esta Copa del Mundo, los tres compañeros de atrás: Suurbier como líbero, Rijsbergen y Haan como marcadores, están jugando por primera vez en esas posiciones. Normalmente juegan más adelante, son menos defensivos. Pero lo están haciendo magníficamente”, dijo otra vez explicando la polivalencia.

“Creo que nunca es tan libre un jugador como cuando entrega lo mejor de sí a favor de su equipo”, para decir que el fútbol es un juego colectivo.

“¿Así que un periodista brasileño ha dicho que Holanda juega a la desorganización organizada? Me parece muy buena definición”. Él mismo lo dijo todo.


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