Desde mi posición en el campo, y la tensión con la que estaba viviendo los últimos instantes del partido que ayer disputó nuestro CD Toledo, no pude aclarar el lance de Cornejo donde, presumiblemente, parecía un claro penalty y, sin embargo, el tipo que nos arbitró, le machacó encima con una segunda tarjeta que supondría la expulsión y, encima, impedir la participación de éste en la próxima jornada . Más tarde, cuando pude ver la jugada por CMT, todas las dudas quedaron despejadas. Se nos robó, una vez más, la oportunidad de quedarnos al menos con un punto -que no hubiera venido mal-. Porque, a mi modo de ver, aunque Cornejo hubiera exagerado en la intención de la provocación de la pena máxima, ésta existió.
Y visto el robo, viene la rabia, la impotencia... porque, cuando en el orden civil un sujeto se ve dañado, dispone de los medios jurídicos necesarios para defenderse y resarcirse de la infracción. Pero, aquí, en este mundo del fútbol, ¿A quién recurres?... No hay derecho a la indefensión y, a modo de desahogo, sólo te quede como único recurso el del pataleo, que es lo que ahora estoy haciendo . Esto tiene que acabar, señores. Debería de acabar. ¿Cómo?, pues no lo sé; pero tendría que terminarse. Un error lo puede tener cualquier ser humano, y dos, y ... hasta tres ... pero un domingo tras otro... ¡Por Dios!. Y siempre le toca al Toledo. ¿Qué ha hecho de malo este Club de nuestros amores para que se haya cebado la mafia arbitral?. Por favor, que alguien me conteste si lo sabe.
Pero, ¡cuidado!; la repercusión puede ser aún peor. Este colectivo mafioso es tremendamente vengativo. Quizás debamos dejar todo como está y no remover más el asunto porque, las consecuencias para el Toledo, pueden ser aún más nefastas.